lunes, 4 de febrero de 2008

Javi, Javier y yo

Esto tiene conexión directa con el post anterior. A Javier lo conocí por internet, en una sala tradicional de chat y la conversación empezó como una más, de esas en las que intercambiás preguntas típicas: de dónde sos, cuántos años tenés, etc, etc. Después de chatear un rato en la sala, intercambiamos direcciones de e-mail y nos agregamos a nuestros respectivos messengers. Charlamos mucho. Muchísimo. Descuidé muchas obligaciones por chatear con él hasta la noche muy tarde. Él trabajaba en un cyber así que no tenía mucho problema.

Pasó más de un mes de hablar todos (pero todos) los días por messenger, por teléfono no porque teníamos un problema: vivía lejos y las llamadas eran de larga distancia. Teniendo en cuenta la extensión de nuestras conversaciones por internet, por teléfono no serían mucho menores, así que decidimos evitar la conversacion telefónica.

Con el tiempo Javier se empezó a poner meloso. Me decía cosas lindas, cosas que yo me creía pero que no podía devolver porque a mi no me pasaban. Una noche me escribió un mail con muchas faltas de ortografía y muy mal redactado, según me dijo, estaba borracho mientras me escribía. El mail estaba lleno de declaraciones impensadas. Me decía que me quería, que era muy dulce y cosas por el estilo. Yo me sentía tan bien: no podía creer que un hombre estuviera sintiendo esas cosas por mi.

Un tiempo después llegó el encuentro, por fin nos decidimos. Él no quiso hacerme viajar a ningún lado, ni siquiera a un punto intermedio entre su casa y la mía que está a más de veinte kilómetros. Un caballero, pensé. No sé cuántas horas viajó ni en cuántos medios de transporte, pero llegó. Ninguno de los dos podía creer tener al otro en frente, pero solo nos abrazamos cuando nos vimos. Caminamos mucho, charlamos, fuimos a tomar algo y me regaló un chocolate. Un chocolate enorme, de esos que están en los kioscos y nunca nadie compra porque son gigantes y muy caros. Eso me regaló.

Mientras íbamos caminando prendió un cigarrillo que sacó de una cajita rara, no de las que venden en los kioscos. Sin que le preguntara nada me dijo que se la había comprado en España, era una edición limitada de no sé que marca de cigarrillos y que acá no se conseguían. El monólogo de su viaje a España duró como diez minutos en los que yo solamente pensaba "callate". En esa y otro par de oportunidades, aprovechó para ostentar sus logros, su plata, sus despilfarros, yo quería que la cita se terminara ya.

2 comentarios:

LGS dijo...

Hola. Estaba leyendo tu blogg (lo leí todo...) y me gustó. Mehe sentido identificado algunas veces, otras me enganche leyendo (y como has dejado algunas historias abiertas me noté un poco "ansioso" (formalismo para evitar decir:" la puta madre! y que pasó después?)).
En fin, te quería preguntar si no te molesta que ponga un link de tu blogg en el mio. No espero que sea recíproco (hasta ahora muy pocos lo han hecho) y creo que hay gente que entra en el mío que puede gustarle leer el tuyo. A mi me gustó.
Espero tu respuesta. Gracias!

A!

Blanca dijo...

Claro, A. no hay problema por el link, te lo agradezco mucho. Eso y que hayas leido y te haya gustado,